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Campaña para reducir las comisiones de las tarjetas para los comercios

La guerra por bajar las comisiones soportadas por el comercio cuando acepta tarjetas bancarias para cobrar sus productos en lugar de efectivo vuelve a primera línea varios años después del pacto que la apaciguó.

 

Y encuentra, curiosamente, al Gobierno de promotor. El Ministerio de Economía quiere que la banca fije comisiones en función del importe de las compras del cliente, en lugar de la tarifa actual, modulable según otros parámetros como la facturación del establecimiento.

 

?Permitirá reducir en un 80 por ciento las tasas actuales para los abonos de menos cuantía?, calcula la secretaría de Estado de Comercio, cuyo responsable, Jaime García-Legaz, ha tachado de ?abusivas? las tarifas en el pasado, generando expectativas de prontas rebajas en los establecimientos.

 

Para los comercios, es una vieja batalla que en los años noventa llegaron a plantear con duros boicots al pago con tarjeta, y pasado el ejercicio 2000 retomaron, incluso, con demandas en tribunales y autoridades de competencia.

 

El Ejecutivo medió entonces y logró rubricar sendos pactos en 1999 y 2005 que doblegaban los intereses del sector financiero y que cuajaron en grandes ahorros para las tiendas, de dudoso traslado posterior al consumidor final, pese a la promesa de los comerciantes de traducirlo en una aplicación de rebajas en los precios de los artículos y servicios que ofertaban.

 

Las reglas han cambiado y la capacidad de imposición del Gobierno hoy se difumina. Pero también son otras las causas que mueven la presión y, por vez primera en la decana guerra, confluyen mucho mejor los intereses de la banca y del comercio.

 

El afán del Ejecutivo es insuflar vigor a la economía dinamizando el consumo en plena recesión. Las ventas del comercio encadenan más de dos años de retroceso y entiende que un ajuste en las tarifas que soportan ayudaría a aliviar sus estrecheces.

 

Fomentar el uso de la tarjeta contribuiría además a ampliar la menguada recaudación tributaria, al favorecer el blanqueo de operaciones informales difíciles de detectar cuando se abonan en efectivo porque el cash no deja huella para el fisco, a diferencia de la perfecta trazabilidad que dibujan los pagos con dinero de plástico.

 

Coincide también con que ha entrado en vigor la prohibición de cobrar operaciones superiores a 2.500 euros en metálico y empresas, pero sobre todo, autónomos solicitan rebajas en comisiones, que mitiguen el coste de usar obligatoriamente los pagos telemáticos.

 

La banca hace números y proyecta. El desafío que abrazan las entidades financieras con fruición en la actualidad es introducir la tarjeta hasta el último rincón y que vaya desplazando el efectivo.

 

Hoy día, el 18 por ciento del consumo se abona con tarjeta en España, muy por debajo del 40 por ciento de Inglaterra, el 30 de Francia o el 24 por ciento de media europea, luego el margen de expansión es evidente.

 

En el sector se palpa cierta disposición a rebajar comisiones a medida que vayan ganando volumen, ya que a más operaciones con dinero de plástico en tiendas, el ingreso se amplía, aunque el cobro individual se abarate.

 

Con el crédito y las hipotecas desaparecidas, la banca también atraviesa apuros, y sujetar los ingresos pivota más que nunca sobre la recaudación de comisiones por prestación de servicios.

 

Y, en plena recesión, el comercio clama rebajas de forma más callada que en otras ocasiones, porque no es momento de arriesgar ventas. ?Como el consumo está bajando, el que tú le lleves un cliente tiene un valor muy importante?, indican fuentes financieras.

 

Esta realidad está también detrás de la proliferación de los programas que ofrecen descuentos con el uso de tarjetas en comercios para habituar al consumidor a olvidarse del efectivo y ganarmasa multiplicando el número de operaciones.

 

El comercio comienza a darse cuenta además del riesgo de rechazar una operación porque el cliente quiera pagarla con tarjeta. Si no lleva efectivo, es venta perdida. Casi nadie habla de la tarjeta como detonador del consumo, pero si no se aceptase ¿cuánta gente lleva encima suficiente efectivo??, reflexionan en una entidad financiera.

 

Hay sitios que te siguen ofreciendo descuentos del 5 por ciento por pagar en metálico, cuando no hay ningún comercio que soporte una comisión del 5 por ciento.

 

También es un tema cultural o de evitar que el pago quede registrado, señalan.

 

CAMBIAN LAS REGLAS DE JUEGO

 

En 1999 y 2005, bajo la tutela y presión del Ejecutivo, la banca se avino a rebajar las tarifas al comercio de forma progresiva. Los organismos de Competencia tenían en aquel momento la llave porque debían expedir la llamada autorización singular, que permitía al sector financiero fijar una tasa de intercambio durante un plazo de tiempo -esa tasa es la que paga el banco que instala el lector de tarjeta en el comercio al banco que emitió la tarjeta del cliente, para repartirse los costes de procesamiento-.

 

La tasa de intercambio influye en la comisión final que acaba pagando la tienda al banco que le instala la maquinita lectora de la tarjeta.

 

Cuando vence el último pacto en 2011, el sistema cambia. El modelo de autorización singular se sustituye por la autorregulación.

 

Cada red -Euro 6000, 4B y Servired- pasan a fijar sus tarifas interbancarias en base a unos costes perfectamente argumentados en un informe económico encargado a un experto independiente y puesto a disposición de las autoridades de Competencia para que lo pueda revisar, enmendar o validar en caso de producirse alguna demanda de clientes, comercios u otros agentes.

 

La capacidad de intervención directa por tanto del Gobierno para imponer una tasa se diluye. Hemos cumplido a rajatabla los acuerdos, y desde 1999 se ha pasado de una tasa de intercambio del 2,75 por ciento de media al 0,60 por ciento actual, explican en un procesador.

 

Se estima que el comercio ha obtenido más de 3.500 millones de euros en ahorros gracias sólo a las rebajas tarifarias acordadas en el último acuerdo, vigente entre 2005 y 2011.

 

La banca no rechaza una rebaja a medida que gane volumen o que le dé acceso a establecimientos o nichos de pagos de acceso difícil, pero se resiste a una imposición diferente con el argumento de que las tarifas medias están ya ajustadas: Hoy tenemos precios en la parte baja de la media europea. Más competitivos, por ejemplo, que Inglaterra, que procesa seis veces el volumen nuestro por tarjetas y están por encima del 1 por ciento o parecidas a Francia, que tiene un volumen cuatro veces superior, refieren en una entidad.

 

El gran enemigo del pago con tarjeta no es si bajas la tarifa del 0,80 al 0,60 por ciento, sino el dinero negro, insisten.

 

Algo con lo que la Confederación Española del Comercio (CEC) no está de acuerdo, al pedir una reducción de las tasas de intermediación que permitan equiparar las comisiones de las tarjetas a las que se cobran en la mayoría de los países europeos.

 

Según las estadísticas del Banco de España, la comisión que paga de media el comercio es del 0,68 por ciento, aunque varía por sectores. Es más gravosa donde el riesgo de impago con tarjeta es superior o el número de transacciones es tan escaso que difícilmente se compensa el coste de mantener los equipos y el fraude soportado.

 

Por ejemplo, en locales de masajes, saunas y discotecas pagan 1,10 por ciento de media, el 1 por ciento en autopistas, el 0,99 en casinos, el 0,81 en joyerías y el 0,89 por ciento en la venta por correo o teléfono.

 

Las más bajas las disfrutan grandes superficies, que además compensan al banco con otras líneas de negocios o créditos -0,43 por ciento-. El comercio minorista se mueve a mitad, con una tarifa media del 0,79 por ciento.

 

Cambiar el sistema desde la autorregulación a las tarifas interbancarias reguladas tiene poco sentido cuando se camina hacia la europeización en pagos.

 

Bruselas ha marcado umbrales a Visa yMasterCard para las tarifas fijadas en operaciones transfronterizas y se espera el establecimiento de reglas financieras comunes en uno o dos años.

 

Sin embargo, algunas entidades financieras aceptan que la tarifa puede estarmal calibrada o ser onerosa en los pequeños pagos: en la compra del periódico, el pan.., justo el campo donde ahora anhelan introducir la tarjeta.

 

En micropagos de entre cinco y ocho euros la comisión puede oscilar entre 16 y 20 céntimos, motivando el rechazo a aceptar la tarjeta por parte del establecimiento.

 

Y en los que tienen precios regulados como el metro, cercanías, parkings o cabinas telefónicas, la comisión media es del 1,10 por ciento, la máxima.

 

De ahí que la Confederación Española del Comercio apunte que la puesta en marcha de tarjetas para compras de pequeña cuantía podría incentivar las compras en nuestras carnicerías, fruterías, pescaderías…

 

En definitiva, en todos los pequeños y medianos comercios, provocando que el uso de la tarjeta para ejecutar el pago contaría con una importante aceptación por parte de pequeños y medianos comercios.

 

La afirmación de la patronal del comercio va en la línea de la posición adoptada por Euro 6000. Ésta ha sido la primera en dar un paso en el campo de los pequeños pagos, monopolizados por el cash y donde la resistencia a aceptar la tarjeta es fuerte.

 

Esta red aprobó a finales de noviembre una rebaja del 80 por ciento en la tasa de intercambio en pagos inferiores a 10 euros cuando la tarjeta del cliente y lector del comercio sean Euro6000.

 

Un tijeretazo que supondrá dejar la comisión que abonan los comercios en unos seis céntimos de euros.

 

Ante esta iniciativa, la CEC asegura que son necesarias medidas como ésta. De hecho, la patronal se declara ser consciente y conocedora? de que la Secretaría de Estado de Comercio está trabajando para que el resto de sistemas de medio de pago pongan en marcha tarjetas de  pequeña cuantía, con una fuerte reducción de las tasas de intercambio.

 

Sin duda alguna, esto impulsaría la aceptación de este tipo de operaciones tanto para los pequeños y medianos comercios como para los consumidores, destaca.

 

Frente a las voces que piden la casi gratuidad en las tarifas, la banca defiende que si la tasa está forzada a la baja y no cubre suficientemente los costes del sistema -temáticos, de conexión para tramitar el pago, reparaciones…, e incluso, los pagos con tarjeta fraudulentos o sin fondos-, frenarán las inversiones o el ahorro del comercio lo soportará el cliente.

 

De hecho, la cuota anual media en tarjetas se ha duplicado entre 2004 y principios de 2012, coincidiendo con la última rebaja en la factura a comercios y el énfasis en las comisiones puesto por el sector con la crisis.

 

En débito, subió desde los 10,21 euros de enero del año 2005 a 20,02 euros en marzo de 2012; y en crédito, de 21,35 a 37,43 euros, de acuerdo con las estadísticas del Banco de España, elaboradas sobre las tarifas máximas que permite aplicar a la banca, con independencia de que la entidad las traslade o no a sus clientes.

 

Un estudio europeo de Mastercard revela la convicción del 75 por ciento de los consumidores de que cualquier rebaja en las tarifas al comercio, las acabará sufriendo el consumidor y no la banca.

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